Abstract
Las dinámicas grupales en contextos universitarios pueden verse afectadas por la competencia académica, impactando los vínculos entre los estudiantes y su desempeño en equipo. Este estudio analiza cómo la presión por el rendimiento influye en las relaciones interpersonales y la colaboración dentro del aula. A través de un enfoque cualitativo, se exploran experiencias y percepciones de estudiantes en entornos competitivos. Los hallazgos sugieren que, si bien la competencia puede motivar el crecimiento individual, también puede generar tensiones que afectan la cohesión grupal. Se discuten estrategias para fomentar un equilibrio entre la competencia y la cooperación, promoviendo un aprendizaje más colaborativo y enriquecedor.
Introducción
Los grupos humanos desempeñan un papel fundamental en la vida social, ya que proporcionan un espacio de interacción donde las personas pueden confirmar y desarrollar su identidad en relación con los demás. Sin embargo, no todos los grupos logran consolidar dinámicas positivas que promuevan el bienestar y la autenticidad. Este informe va a explorar la experiencia personal de un grupo universitario, analizar su línea temporal y cómo diversas situaciones intermedias lo llevaron de ser un grupo sano a un grupo deteriorado. Además, veremos las características y los mecanismos que distinguen a los grupos saludables de aquellos que, por distintas razones, generan vínculos negativos y producen malestar psíquico. El grupo, conformado por 5 personas, se formó a inicios de 2021 durante un ingreso de carrera en la Universidad Nacional de Córdoba; aunque cada integrante provenía de distintas provincias, su vínculo se consolidó en la ciudad de Córdoba. Durante cuatro años, este grupo funcionó como un espacio de apoyo y contención mutua, pero con el tiempo, diversas dinámicas internas afectaron la calidad de los vínculos, hasta el punto de que el grupo dejó de existir. Partiendo de la frase "la auténtica humanidad sólo existe donde se despliega esta capacidad de confirmar a otros” (Trabajos en Grupo, Thelma Barreiro, 2000) se analizará cómo ciertos mecanismos distorsionantes y obstaculizadores impactaron en esta interacción grupal. Estas modalidades de interacción obstruyeron la participación libre, limitaron la espontaneidad y socavaron la seguridad personal, impidiendo que las integrantes del grupo fueran ellas mismas, con sus propias opiniones y pensamientos, por miedo a ser excluidas. El objetivo es comprender cómo estos factores lograron separar al grupo estudiado y reflexionar sobre cómo transformarlos para construir vínculos más saludables y humanos. El grupo de amigas solía ser un refugio emocional y un espacio donde cada integrante se sentía valorada y comprendida. Semanalmente, se acordaron reuniones informales en donde cada una podía expresar sobre su situación de vida, sus pensamientos y experiencias recientes. Este vínculo, generaba la capacidad de confirmación, en donde mediante el encuentro, se validaban las emociones, decisiones y la autenticidad misma de las integrantes. Cada encuentro era esencial para construir una relación sana y enriquecedora; sin embargo, este equilibrio no se logró mantener. Muchas veces surgieron dinámicas que distorsionaron la interacción y afectaron la armonía del grupo. Este informe utiliza como ejemplo este grupo de amigas, mencionado anteriormente, para analizar cómo ciertos mecanismos distorsionantes pueden influir negativamente en las relaciones. Los comportamientos internos del grupo, no siempre intencionados, produjeron malestar emocional y dificultaron la consolidación de un vínculo auténtico entre las cinco integrantes. A partir de tres ejemplos específicos, se desarrollarán los subtítulos de este informe. Finalmente, se reflexionará sobre la posibilidad de fomentar una matriz de solidaridad donde cada amiga pueda sentirse escuchada, respetada y valorada.
Obstrucción de la participación libre
En primer lugar, debemos entender qué es un grupo. Según Schein en Psicología de la Organización, un grupo psicológico es cualquier número de personas que interactúan unas con otras, que son psicológicamente conscientes unas de otras y que se perciben a sí mismas como grupo. En este informe hablamos de un grupo informal de chicas que surge de la combinación de factores formales - en este caso la universidad y su ingreso - y necesidades humanas - la necesidad de relacionarse entre sí -. Asimismo, consideramos que es esencial retomar algunas de las funciones psicológicas individuales de los grupos planteadas por el autor. A saber: a. Los grupos son esencialmente un medio para desarrollar, incrementar y confirmar nuestro sentido de identidad y mantener nuestra estima de sí mismo. b. Los grupos sirven también para reducir la inseguridad, la ansiedad y la sensación de impotencia. En el punto A, encontramos relación con el caso a estudiar en la necesidad de confirmación, en un primer momento, del ingreso a la universidad y la confirmación de hacer un nuevo grupo de amigas; es decir, la necesidad de desarrollar un factor ambiental en donde se coincida horarios, cátedras y comisiones para estrechar los nuevos vínculos. El grupo en sus inicios, pactó directamente la necesidad de compartir profesores, aulas y realizar trabajos prácticos en su conjunto. Este pacto se realizó mediante la necesidad de confirmación y satisfacción de las emociones nuevas que cada una presentaba al iniciar una carrera universitaria. En un segundo momento, y en concordancia con lo dicho anteriormente, podemos evidenciar factores de afiliación que, en una primera instancia, cumplían su tarea de satisfacer psicológicamente a los miembros del grupo dependiendo del consenso de los objetivos académicos pero, con el paso del tiempo, los valores básicos y medios de comunicación fueron diversificándose conforme a los intereses de las distintas integrantes del grupo. El coincidir horarios, profesores y cátedras se tornó una necesidad que ya no fue viable para algunas integrantes del grupo; los valores básicos de comunicación con para hacer un trabajo grupal facultativo se vieron obstruidos por los valores mismos que cada una le daba a su momento en la universidad. Como último momento, encontramos factores dinámicos que surgen de situaciones involuntarias que obstruyeron la conformación del grupo y su matriz solidaria; se evidenciaron cambios en la naturaleza del grupo, confirmamos que este grupo no es uno estable o rígido, sino que cambió y creció hacia una matriz competitiva y un malestar de grupo. Conforme avanzó la carrera y los tiempos de cada integrante del grupo, el malestar grupal creció, especialmente cuando algunas lograron progresar a un ritmo diferente. Estas diferencias en los avances generaron tensiones y sensaciones de incomodidad dentro del grupo, debilitando aún más los lazos que los unían en un principio. El punto B, lo relacionamos con el concepto opinión de grupo planteado por Schein. Si bien consideramos que los grupos sirven para reducir la inseguridad, la ansiedad y la sensación de impotencia, en ciertas ocasiones la opinión de una integrante no se asemejó con la de la mayoría, por lo que generó un efecto contrario a lo planteado por Schein. Entendemos como opinión de grupo a la unanimidad que buscan entre ellas; las integrantes del grupo que tengan opiniones diferentes, se las presionó para que confirmen la opinión de la mayoría. Como ejemplo concreto presentamos la siguiente situación: cuando una amiga dominaba las conversaciones o desacreditaba las opiniones de las demás, las integrantes del grupo sentían que su voz perdía importancia, por lo que optaban por callar y adherirse a la opinión mayoritaria. Con esta situación, identificamos que se crearon síntomas de la opinión de grupo como la sensación de que ciertas opiniones no podían cuestionarse por lo cual se prefería evitar el conflicto para mantener la armonía grupal. Darle paso al silencio, logró que integrantes del grupo alineen sus valores con los de las demás integrantes, más allá de que no eran los que algunas realmente compartían. En consecuencia, se crearon estereotipos en relación con otros grupos que no están de acuerdo fortaleciendo sus propias ideas y valores. Como último síntoma, luego de que una integrante del grupo eligiera no seguir la opinión unánime que inicialmente aceptó reprimiendo sus verdaderos valores, el resto del grupo decidió excluirla por no compartir esos valores. Al verse alejada de ese grupo, externamente se logró lo planteado por Schein, el grupo desarrolló una unanimidad, ya sea porque no queda nadie que los contradiga o porque asumen que el silencio implica acuerdo.
Freno a la espontaneidad
En un ambiente donde se juzgaban constantemente las acciones o decisiones, algunas amigas comenzaron a actuar con cautela, reprimiendo su verdadera personalidad por miedo al rechazo. Esto generó todo lo contrario a lo planteado por Barreiro en “Bienestar y Malestar de Grupo”, específicamente en el subtítulo “El grupo sano”. Entendemos que un grupo de amigas sano es un espacio donde cada una puede desarrollarse plenamente, mostrando su auténtica personalidad sin temor a ser juzgada ni teniendo la necesidad de adoptar máscaras o barreras. Este tipo de grupo crea un entorno que trasciende las interacciones superficiales y fomenta la conexión genuina, el apoyo mutuo y la solidaridad. Por lo que, se espera que en un grupo sano: 1. Las personas pueden ser ellas mismas: cada integrante se siente aceptada por quien realmente es, con sus fortalezas, debilidades y particularidades. No existe la presión por cumplir expectativas externas ni por aparentar algo que no son. En el grupo a estudiar encontramos el siguiente caso: si una amiga expresa inseguridades sobre una decisión importante, encuentra empatía y apoyo en lugar de críticas o comentarios despectivos. Este ambiente fomenta la autenticidad y la confianza, esenciales para relaciones profundas y significativas. En lugar de esta respuesta, la amiga se encontraba con un grupo que desvalidaba sus emociones, minimizando estas y auto-victimizandose. 2. Prevalece la cooperación sobre la competencia: en lugar de rivalizar o compararse, las integrantes del grupo celebran los logros individuales y trabajan juntas para superar desafíos. Se espera que cuando una amiga logra un objetivo importante, como un ascenso laboral o un triunfo personal, las demás se alegran genuinamente y la apoyan sin envidia. Asimismo, cuando alguna enfrenta un obstáculo, el grupo se une para ofrecerle ayuda y ánimo, creando un círculo virtuoso de apoyo mutuo. La respuesta del grupo a estos ejemplos se basaba en mostrar una careta de alegría cuando, a espaldas de la amiga, se la criticaba generando inseguridades internas. 3. El grupo se basa en una matriz solidaria: la solidaridad es el eje central que estructura el grupo según la autora. Esta se manifiesta en pequeños gestos cotidianos, como recordar fechas importantes, ofrecerse para acompañar en situaciones difíciles o simplemente estar presentes emocionalmente. En el grupo de amigas estudiado, prevalecía una matriz de competencia, donde cada una quería estar en un lugar superior a la otra - en cualquier ámbito que lograba complacer a la líder -, compitiendo por un lugar en el grupo y la aceptación de la líder. 4. Todos tienen posibilidad de confirmación: en un grupo sano, cada una se siente valorada y reconocida, independientemente de su personalidad o rol en el grupo. No solo aquellas que sobresalen o tienen un carácter dominante reciben atención o validación; todas tienen el mismo derecho a ser escuchadas, entendidas y apreciadas. Como ejemplo encontramos la situación dentro del grupo que, incluso la amiga más reservada, debería tener su lugar y saber que sus opiniones y sentimientos son importantes para las demás. Este tipo de dinámica crea un entorno de seguridad emocional donde se fortalecen los vínculos y se promueve el bienestar grupal e individual. Las integrantes no solo se apoyan mutuamente, sino que también contribuyen al crecimiento personal de cada una. El grupo actúa como un espacio donde se aprende a ser mejores amigas, mejores personas y donde la humanidad, en su expresión más auténtica, encuentra terreno fértil para florecer. Sin embargo, esto no era lo sucedido en el caso de estudio; el sentido de pertenencia y estabilidad estaban por debajo de los valores de competencia y validez personal. Cualquier situación que incomodara a las amigas generaba tensión entre ellas, malestar e incomodidad. En consecuencia y, como era de esperarse, dentro del grupo se generó una matriz de competencia tan grande que les dejó de importar la otra, o dejar de lado a una amiga, con tal de seguir dentro de ese grupo asegurándose la confirmación personal.
Socavamiento de la seguridad personal
Como se estuvo nombrando anteriormente, en un grupo sano prevalece el clima de confirmación y aceptación, los integrantes no se ven obligados a estar a la defensiva, o a abrirse camino en medio de un clima hostil. Barreiro menciona que “no hay una lucha entonada por ocupar espacios y el grupo no necesita generar la figura del ‘chivo expiatorio’” (Barreiro, 2000). Lamentablemente, en este grupo de amigas, se da a un número de elementos que se enumeran más adelante, que determinaron su identidad como una matriz competitiva. Dentro de lo que sería el punto de mecanismos distorsionantes y otras obstaculizaciones nos encontramos con el experimento llevado a cabo por Lippit y White (Lewin, Lippit & White, 1939) con los grupos de niños, mencionado y explicado expresamente en el texto “Trabajos en grupo” por Telma Barreiro. En el caso que invitamos a explorar, se dieron varios de estos elementos: 1. Autoritarismo: claramente vemos el dominio de unas participantes del grupo por sobre otras, y se da de manera abierta. Y en este caso, de una manera un poco más encubierta, se da lugar al apoyo del miedo al castigo; castigo refiriéndose en particular a la puesta en ridículo de alguno de los miembros, o más de lleno el miedo a la pérdida de afecto y consecuente expulsión del miembro elegido como weak link o chivo expiatorio (Telma Barreiro, 2000). Otro de los elementos que vemos claramente en este caso, es el número 6 en la lista de los autores, que data de: 2. Descalificación, humillación: esto se da de manera encubierta en el grupo estudiado, pero nos encontramos con situaciones en los que se daba espacio a la degradación, ironía, burla, manipulación. Como nos confiesa una de las antiguas integrantes; “comentarios sarcásticos, críticas constantes o comparaciones terminaron por minar la autoestima propia y generaron tensiones en el grupo entre las mismas amigas”. Esto ocurre como un resultado de lo que los autores llaman tendencia compulsiva al consenso (Lewin, Lippit y White, 1939), cuestión que siendo imposible de lograr siempre en todo momento, incluso en un grupo completamente sano, termina por poner más dificultades en el camino a la reparación de la relación de amistad del grupo. 3. También observamos, por ejemplo, casos de simulación, en los que las integrantes generaban un ambiente superficialmente armonioso para ocultar los conflictos y tensiones que existían en el grupo. Este comportamiento refleja lo que Lippit y White describen como un intento de “cubrir” los problemas internos, evitando que personas externas noten este malestar. Agregando la confesión de una de las integrantes, esto se veía como una prohibición no escrita. Cualquier intento de traer a la luz los conflictos o cuestionar los malestares de las dinámicas del grupo, con el objetivo de llevar a un bienestar, era evitado o rechazado. En consecuencia, se mantenía externamente el aspecto de “todo está bien entre nosotras”, aunque en el fondo cada una sabía que existían desacuerdos y malestares evitados y no expresados. En el caso que estudiamos, nos encontramos con un uso muy particular de uno de los elementos que se mencionan en el texto, éste siendo: 4. Chantaje afectivo: se expone claramente el problema que rompe al grupo: un pedido tácito de rendimiento hacia una de las participantes, donde el afecto o gratificación depende del cumplimiento de la norma o la aceptación de la autoridad, en este caso, relacionado con la organización, planeamiento, coordinación, producción, finalización, evaluación y entrega de las tareas. De esta forma, nos hemos percatado que aquellas integrantes del grupo que respondían a la líder, dieron uso al miedo del chivo expiatorio de la exclusión, para poder aprovechar al máximo la oportunidad de ser relevadas de estas tareas (Lewin, Lippit y White, 1939). Aquí hacemos una pausa de la terminología para continuar con la cronología de la evolución del malestar grupal, que ya era un hecho establecido; al darse cuenta de la manipulación o chantaje afectivo con el que se enfrentaba, el chivo expiatorio decidió dejar de responder a este mandato, dado que no le parecía estar recibiendo un trato justo. Como respuesta a esta decisión, el resto del grupo reaccionó de la manera en la que predicen los autores: 1. Distancia: siguiendo los lineamientos de la líder del grupo, las integrantes llevaron a cabo un distanciamiento marcado por la indiferencia, incomunicación, y frialdad (Lewin, Lippit y White, 1939). La ahora apartada del círculo interno del grupo, sufrió el desinterés abierto por los problemas del otro, y la más suma desvalorización de su persona dentro del círculo. 2. Junto a esta distancia, se suma la Formalización: elemento que los autores enumeran como ceremonia, solemnidad o énfasis en las formas (Lewin, Lippit y White, 1939), la confianza, o como mencionamos anteriormente el refugio emocional dejó de serlo, y en su paso se llevó también el espacio en donde cada integrante se sentía valorada y comprendida.
Conclusión
En este trabajo analizamos cómo un grupo de amigas universitarias pasó de ser un espacio de apoyo emocional a una dinámica de interacción tóxica y competitiva. A lo largo del informe, hemos observado que la evolución del grupo estuvo marcada por la exclusión, el rechazo a la autenticidad y la presión de conformarse con la opinión de la mayoría, lo que resultó en la creación de una matriz competitiva que impactó negativamente en el bienestar emocional de las integrantes. Como se ha nombrado, Telma Barreiro en Trabajos en Grupo, afirma que "en un grupo sano prevalece el clima de confirmación y aceptación, los integrantes no se ven obligados a estar a la defensiva" (Barreiro, 2000). Sin embargo, el grupo analizado experimentó todo lo contrario. La presión por ajustarse a las normas tácitas establecidas generó un ambiente defensivo y excluyente, lo que provocó que cada miembro se sintiera inseguro y rechazado cuando no compartía la misma visión que la mayoría. Esto creó una atmósfera de tensión constante y malestar emocional. En lugar de cultivar una matriz solidaria donde prevaleciera la cooperación y el respeto mutuo, el grupo de amigas se fue transformando en un espacio donde una competía por ser aceptada, por sobresalir, y por ganarse la validación de la líder. Este cambio se vio reflejado en la obstrucción de la participación libre y en el freno a la espontaneidad, lo que llevó a una atmósfera de inseguridad y malestar. Como menciona Barreiro, "los mecanismos distorsionantes no permiten que las personas se sientan seguras en su autenticidad, generando un clima de desconfianza y auto-represión" (Barreiro, 2000). Las integrantes del grupo comenzaron a valorar más el cumplimiento de las expectativas ajenas que su propia autenticidad, lo que creó una atmósfera de tensión constante. Como lo expresa Barreiro, "los grupos pueden llegar a ser profundamente disfuncionales cuando las personas no se sienten escuchadas, cuando se sienten obligadas a actuar conforme a un rol preestablecido y no pueden expresar su identidad de forma libre" (Barreiro, 2000). Esta falta de autenticidad se evidenció en el distanciamiento y la simulación de actitudes que no correspondían a lo que cada una de ellas realmente sentía, por temor a ser excluida o rechazada. La matriz competitiva, como fenómeno que predomina en este tipo de grupos, no solo se manifestó en la lucha por la aceptación y el reconocimiento, sino que se consolidó a través de la exclusión de la participante que no encajaba en la dinámica o que no expresaba la opinión de grupo. En este contexto, el grupo funcionó bajo un esquema donde se validaba a quienes compartían la misma visión y se relegaba a quienes no se ajustaban a la normatividad establecida. Como afirma la autora, "en un ambiente grupal disfuncional, la necesidad de unanimidad prevalece sobre la autenticidad, y las diferencias se perciben como amenazas en lugar de oportunidades para enriquecer el grupo" (Barreiro, 2000). Este enfoque competitivo generó un ambiente donde las relaciones interpersonales se volvieron superficiales y cargadas de rivalidad, en lugar de solidaridad. Como resultado, el grupo perdió el sentido de pertenencia y solidaridad que originalmente lo caracterizaba. Las dinámicas de poder y el chantaje afectivo contribuyeron a la creación de un clima hostil donde los miembros se veían forzados a adaptarse a las normas del grupo, o enfrentar la exclusión. En palabras de Barreiro, "el chantaje afectivo y la manipulación son mecanismos comunes que producen malestar y distanciamiento dentro de los grupos, ya que socavan la capacidad de cada individuo de tomar decisiones libres" (Barreiro, 2000). En conclusión, la transformación del grupo en una matriz competitiva desvirtuó el propósito inicial de apoyo mutuo y bienestar. Comprendemos que para que este grupo pueda restaurarse a uno saludable, es imprescindible sustituir la competencia por la cooperación, y promover una cultura de respeto, aceptación y autenticidad. Sólo a través de un trabajo consciente y colectivo se podrá romper el ciclo de la exclusión y la rivalidad y crear un ambiente de solidaridad genuina en el que cada una pueda sentirse validada y valorada. Como explicita Barreiro, "cuando se favorece la solidaridad sobre la competencia, los grupos tienen la capacidad de convertirse en espacios donde la autenticidad puede florecer y cada individuo se siente verdaderamente aceptado" (Barreiro, 2000).
Bibliografía
BARREIRO, T. (2000). Incidencia de la autoridad dentro del grupo: el docente como facilitador grupal. Cap.4 de Trabajos en grupo. Novedades Educativas, Buenos Aires. Schein, E. H. (1994). Psicología de la organización (V. E. Cruz Cardona, Trad.). Prentice Hall Hispanoamericana S.A. (Original work published 1980). Lewin, K., Lippitt, R. y White, RK (1939). Patrones de conducta agresiva en "climas sociales" creados experimentalmente.