Resumen
El presente ensayo analiza el mileísmo como una identidad grupal dentro del contexto político argentino actual. A partir de los aportes de Jean Maisonneuve, Max Weber, Chantal Mouffe, Steven Forti y Telma Barreiro, se estudian los mecanismos de cohesión interna, la oposición a un "otro" y la construcción discursiva del movimiento. Se aborda cómo el liderazgo carismático de Javier Milei, la utilización de símbolos como el león y la motosierra, y el uso estratégico de redes sociales han consolidado esta identidad política. Asimismo, se analiza la relación entre la radicalización del discurso, la posverdad y la polarización social, destacando paralelismos con otros movimientos populistas de derecha a nivel global. El trabajo también reflexiona sobre los desafíos democráticos que plantea este tipo de identidad política y sus implicancias en el debate público.
Palabras clave: identidad grupal, polarización política, populismo de derecha, Javier Milei, redes sociales, antagonismo político, liderazgo carismático.
Introducción
En la actualidad, Argentina se encuentra inmersa en un proceso de intensa polarización política, donde la consolidación de identidades grupales ha generado una profunda división en la sociedad. La emergencia de nuevos ajustes políticos ha dado lugar a dinámicas de enfrentamiento entre diversos sectores, con discursos cada vez más marcados por la confrontación y la deslegitimación del adversario. Uno de los fenómenos políticos más recientes y significativos en este contexto es el surgimiento del "mileísmo", un movimiento centrado en la figura del economista y actual presidente de la Nación, Javier Milei. Su crecimiento ha estado acompañado por una fuerte cohesión interna, la construcción de una identidad grupal claramente diferenciada y un discurso disruptivo, sustentado en la oposición a lo que denominan la "casta política".
El mileísmo no solo ha adquirido relevancia por su impacto en el escenario electoral, sino también por la manera en que sus seguidores han desarrollado una identidad grupal estructurada en torno a ciertos valores, símbolos y narrativas. En este sentido, el uso intensivo de redes sociales, particularmente la plataforma X (anteriormente conocida como Twitter), ha jugado un papel fundamental en la articulación de esta identidad. A través de estos espacios digitales, los miembros del grupo refuerzan su sentido de pertenencia, construyen un discurso homogéneo y, en muchos casos, reproducen dinámicas de exclusión y hostilidad hacia quienes perciben como adversarios políticos. En este contexto, el discurso de odio se ha convertido en una herramienta recurrente de confrontación, exacerbando la polarización y consolidando una identidad definida en oposición a otros sectores políticos, especialmente aquellos vinculados al kirchnerismo.
El término "identidad" fue incorporado al campo de las ciencias sociales a partir de las obras del psicoanalista austriaco Erik Erikson, quien la concibe como "un sentimiento de mismidad y continuidad que experimenta un individuo en cuanto tal" (Erikson, 1977, p. 586). Esto se traduce en la percepción que tiene el individuo de sí mismo, la cual surge al preguntarse: ¿quién soy? La identidad supone un ejercicio de autorreflexión, mediante el cual el individuo pondera sus capacidades y potencialidades, y tiene conciencia de lo que es como persona. Sin embargo, dado que el individuo no está solo, sino que convive con otros, el autoconocimiento implica también reconocerse como miembro de un grupo, lo que a su vez permite diferenciarse de los miembros de otros grupos.
El objetivo principal de este ensayo es analizar el mileísmo como una identidad grupal, utilizando como marco teórico los aportes de Jean Maisonneuve, particularmente su obra La dinámica de los grupos (1985). Se hará énfasis en los procesos que explican la cohesión y el comportamiento del grupo, tales como la atracción entre sus miembros, la existencia de normas y valores comunes y la oposición al "otro", fenómeno que refuerza la identidad interna mediante la diferenciación con el exterior. Además, este análisis se complementará con la teoría del liderazgo carismático de Max Weber (Economía y sociedad, 1922), el concepto de antagonismo político de Chantal Mouffe (Agonística. Pensar el mundo políticamente, 2014), los estudios sobre posverdad y radicalización en redes sociales de Steven Forti (Posverdad, fake news y extrema derecha contra la democracia, 2022) y los aportes de Telma Barreiro (Trabajos en grupo, 2000), quien subraya el papel de la identidad grupal en la construcción de autoimagen y en la consolidación de normas y valores compartidos. A partir de este enfoque teórico, se explorará la formación del grupo, los elementos que consolidan su identidad, su interacción con el entorno político y su impacto en la polarización social.
A través de este análisis, se buscará comprender en qué medida los procesos grupales contribuyen a la radicalización del debate público y al reforzamiento de identidades políticas cada vez más antagónicas en la sociedad argentina.
Análisis del mileísmo como identidad grupal
¿Cómo surge?
El mileísmo surge en el panorama político argentino como una respuesta al descontento generalizado con las fuerzas políticas tradicionales. Javier Milei, economista, inició su carrera mediática hacia el año 2016 con su participación en el programa Animales sueltos en el que su presencia histriónica causó gran protagonismo y lo convirtió en un fenómeno televisivo que se trasladó a las redes sociales. Su crítica a la “casta política”, observada como la responsable de la situación de crisis del país, fue ganando cada vez mayor cantidad de seguidores. Milei utilizó esta crítica para presentarse a sí mismo como un outsider y realizar un llamado a “los argentinos de bien” para que lo acompañaran en la modificación del rumbo nacional. Su estilo confrontativo y su discurso directo resonaron especialmente entre los jóvenes y sectores desencantados con la política tradicional.
En 2021, Milei se presentó como candidato a diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires, logrando un resultado electoral sorpresivo que consolidó su figura pública. Durante su campaña, su discurso se basó en el rechazo al Estado intervencionista y la promoción de ideas libertarias, lo que atrajo a una base de seguidores diversa, incluyendo a sectores empresariales, autodenominados "libertarios" y ciudadanos que buscaban una alternativa a los partidos tradicionales.
El mileísmo se ha construido en torno a una narrativa de oposición a la "casta política". En este aspecto Maisonneuve sostiene que los grupos tienden a fortalecer su cohesión interna mediante la construcción de un enemigo externo, ya que la oposición a un otro permite reforzar la identidad colectiva y solidificar los lazos entre sus miembros (Maisonneuve, 1985). Milei y sus seguidores han utilizado un discurso combativo que divide a la sociedad en "productores" o lo que Milei llama “ciudadanos de bien” (los ciudadanos que trabajan y generan riqueza) y "parásitos" (los políticos y burócratas que viven del Estado). Esta división ha sido clave para fortalecer la identidad mileísta.
La necesidad de pertenencia juega un papel crucial en la consolidación del mileísmo como identidad política. Telma Barreiro señala que "el grupo nos provee de modelos identificatorios, de un lenguaje, de normas y valores; nos posibilita la construcción de la autoimagen mediante el mecanismo de los 'espejos' que nos brindan nuestros 'otros significativos'". (Barreiro 2000) En este sentido, el mileísmo no sólo se erige como un proyecto político, sino también como un espacio de confirmación de identidad para sus seguidores, reforzando el vínculo con la figura de Milei y el rechazo a sectores adversos.
Por otra parte, el uso de redes sociales ha sido fundamental para la consolidación de esta base. Plataformas como X, y TikTok han permitido que los seguidores de Milei difundan su mensaje de manera orgánica, generando comunidades virtuales que refuerzan su discurso y atacan a sus opositores. Además, la interacción directa de Milei con sus seguidores en redes ha creado un vínculo de cercanía y pertenencia.
El papel de los símbolos en la identidad mileista
Los símbolos desempeñan un papel crucial en la consolidación de la identidad grupal, ya que permiten a los miembros identificarse con una causa común y reforzar su sentido de pertenencia. Según Jean Maisonneuve, la cohesión grupal se fortalece cuando sus integrantes comparten valores, normas y símbolos que consolidan la identidad del grupo. (Maisonneuve, 1985) En el caso del mileísmo, estos símbolos no solo refuerzan la unidad del movimiento, sino que también actúan como herramientas de diferenciación frente al resto del espectro político.
Un ícono central dentro de esta identidad es el león, adoptado como emblema de fuerza, determinación y lucha contra la "casta". Esta representación se vincula a una narrativa personalista, donde Javier Milei se autodenomina "el león" y sus seguidores lo ven como un líder disruptivo que desafía el statu quo. Su figura y el simbolismo del león refuerzan la imagen de un movimiento que se presenta como valiente y combativo frente a las estructuras tradicionales del poder.
Otro símbolo relevante es la motosierra, utilizado como metáfora visual del recorte del gasto público. Esta imagen, de gran carga expresiva, comunica una voluntad de transformación drástica y sin concesiones. Su uso constante en discursos y actos políticos refuerza la identidad del mileísmo como un movimiento con una vocación de cambio radical, dispuesto a confrontar directamente lo que considera excesos del Estado.
A nivel discursivo, el eslogan “¡Viva la libertad, carajo!” Cumple una función clave en la construcción de esta identidad. Su tono enérgico y su énfasis en la libertad absoluta reflejan los principios centrales del movimiento y movilizan a sus seguidores. Esta consigna no solo sintetiza el ideario del mileísmo, sino que también refuerza la conexión emocional entre el líder y su base de apoyo.
Los símbolos políticos no solo cumplen la función de unir a un grupo, sino que también pueden operar como mecanismos de exclusión, estableciendo una frontera clara entre quienes pertenecen y quienes quedan fuera de la identidad grupal. En el mileísmo, los emblemas mencionados no solo representan una narrativa de transformación, sino que también funcionan como marcadores de pertenencia y diferenciación.
Además de los símbolos, las redes sociales han sido una herramienta clave en la consolidación de esta identidad grupal, facilitando la difusión de su discurso.
El liderazgo de Javier Milei
El liderazgo de Javier Milei ha sido determinante en la configuración y cohesión de esta identidad política. Siguiendo la perspectiva de Jean Maisonneuve, que afirma que la presencia de un líder carismático es fundamental para la cohesión grupal, ya que estructura las interacciones y genera una referencia común. Milei ha logrado consolidar una base de seguidores mediante un estilo comunicativo distintivo y una estrategia política confrontativa.
El liderazgo del presidente se sostiene en gran parte sobre su capacidad de generar emociones intensas en sus seguidores. Desde sus primeras apariciones mediáticas, se ha posicionado como un outsider, un economista que desafía el statu quo y que “dice las cosas como son” sin filtros ni corrección política. Este estilo ha generado una fuerte identificación con sectores de la sociedad que se sienten descontentos con la política tradicional y desilusionados con los partidos tradicionales.
Siguiendo la teoría de Max Weber sobre el liderazgo, Javier Milei encaja en la categoría de líder carismático, un tipo de líder que no es seguido por su posición institucional o autoridad formal, sino por su personalidad y por la creencia de que posee cualidades excepcionales que lo hacen único. Weber, en su obra Economía y sociedad (1922), define el carisma como “una cualidad extraordinaria que se atribuye a una persona y que la hace digna de devoción” (Weber, 1922). En este marco, el carisma no se refiere simplemente a una habilidad o competencia, sino a una percepción casi mítica de la persona, que despierta en sus seguidores una devoción profunda y una identificación casi incondicional. Milei ha cultivado precisamente esta imagen de líder mesiánico, presentándose como el único capaz de acabar con la "casta política" y salvar al país del desastre económico. Esta figura de líder carismático le ha permitido movilizar a grandes sectores de la sociedad que lo ven como una respuesta fuera del sistema político tradicional, reforzando su narrativa de salvación y cambio radical.
A diferencia de otros liderazgos que buscan construir consensos o ampliar sus bases de apoyo mediante la negociación, Milei ha basado su liderazgo en la confrontación directa con sus adversarios. Su discurso se estructura en una lógica de amigo-enemigo, donde su figura representa la "libertad" y el resto de la política es vista como un obstáculo que debe ser erradicado. Según CNN en Español, su ascenso meteórico estuvo acompañado por un discurso antisistema y antipolítico, situándose en oposición a la clase política tradicional.
Esta estrategia de liderazgo no solo genera adhesión emocional, sino que también refuerza la cohesión interna del mileísmo. Como explica Maisonneuve, "toda cohesión interna tiende a ir acompañada por una hostilidad potencial hacia el exterior,". (Maisonneuve, 1985, p. 66) En este sentido, la agresividad de Milei hacia sus rivales políticos no es un simple rasgo de personalidad, sino un mecanismo clave para mantener la unidad y fidelidad de su base de seguidores.
¿Puede sobrevivir el mileísmo sin Milei?
El mandatario ha construido su identidad en torno al símbolo del león, una imagen que refuerza su liderazgo fuerte, valiente y combativo. En este sentido, su liderazgo no se basa únicamente en sus ideas económicas, sino en una narrativa personalista en la que él mismo se presenta como el único capaz de llevar adelante la transformación del país.
Este liderazgo altamente personalista, implica que el movimiento depende casi exclusivamente de su figura. Si bien esto ha sido una ventaja en la construcción de su identidad política, también representa un desafío a largo plazo. Según Maisonneuve, los grupos basados en un liderazgo carismático suelen enfrentar crisis cuando su líder desaparece o pierde credibilidad. (Maisonneuve, 1985).
La construcción del enemigo: Oposición al "otro" y antagonismo político
Un aspecto clave en la teoría de Maisonneuve es la oposición a un grupo adversario, lo que refuerza la cohesión interna. La oposición al otro, en sus diversas formas, contribuye a definir la identidad del grupo y a reforzar su cohesión. El mileísmo se ha consolidado como un grupo en contraste con el kirchnerismo y sectores progresistas, a quienes tildan de "socialistas" y responsables de la crisis económica del país. Este antagonismo se ve reflejado en redes sociales, donde el discurso polarizante es una herramienta constante para diferenciarse y reforzar la identidad.
Esta construcción del enemigo se inscribe en una estrategia política que Chantal Mouffe denomina "antagonismo", es decir, la creación de un conflicto político en el que los actores no solo son rivales con intereses distintos, sino que se ven como enemigos irreconciliables. Como señala la autora en “Agonística. Pensar el mundo políticamente” (2014) , esta dinámica es utilizada por diversos movimientos políticos. El mileísmo ha empleado esta estrategia para posicionarse en el escenario político como una alternativa disruptiva, diferenciándose radicalmente de cualquier otro sector, en especial del kirchnerismo y de la izquierda.
El concepto de casta
Desde el inicio de su carrera política, Javier Milei ha construido su discurso en torno a la lucha contra la "casta política", un término que agrupa a los dirigentes tradicionales de todos los partidos, funcionarios públicos, sindicatos y empresarios vinculados al Estado. Este concepto funciona como una categoría difusa y flexible, lo que le permite a Milei y a sus seguidores aplicarlo de manera diversa, adaptándolo según el contexto político del momento.
Precisamente en el discurso que pronunció luego de su triunfo electoral, Milei utilizó el término "casta política" y arremetió duramente contra ella: “Quiero darle las gracias a todos los que se fueron sumando durante el 2022 y así hemos logrado construir esta alternativa competitiva, que no solo dará fin al kirchnerismo, sino que además dará fin a la casta política parasitaria, chorra e inútil que hay en este país”, señaló, reforzando su mensaje de confrontación.
Esta construcción del enemigo cumple una función crucial en el fortalecimiento de la identidad del grupo: los seguidores de Milei se sienten parte de un movimiento que desafía al "sistema", lo que les otorga un fuerte sentido de misión y pertenencia. Además, permite simplificar la complejidad política del país, al reducir la crisis a un enfrentamiento entre "ciudadanos de bien" y "parásitos del Estado". De este modo, Milei evita entrar en debates técnicos o económicos más complejos, apelando a un discurso que resuene de manera más directa con sus bases.
El concepto de casta tiene notables similitudes con la noción de "élite corrupta", utilizada por otros líderes populistas de derecha en el mundo. Un ejemplo claro es Donald Trump, quien, al referirse al "pantano de Washington", empleó un discurso similar para movilizar a sus seguidores. Al igual que Milei, Trump construyó una narrativa en la que los políticos establecidos, los funcionarios y las élites de poder eran presentados como parte de un sistema corrupto y degenerado, que solo podía ser derrotado mediante un cambio radical, impulsado por un outsider (él mismo). En ambos casos, la construcción de un enemigo común no sólo moviliza a los seguidores, sino que también justifica la adopción de medidas extremas, bajo la premisa de que cualquier acción contra la "casta" es legítima, pues busca erradicar un mal absoluto.
Maisonneuve explica que, para garantizar su estabilidad, los grupos desarrollan mecanismos de cohesión interna, tales como la presión hacia la uniformidad y la sanción de conductas desviadas, que aseguran la permanencia del grupo (Maisonneuve, 1985). En este sentido, el mileísmo no solo genera unidad interna, sino que también establece una frontera simbólica clara entre quienes forman parte del movimiento y quienes pertenecen a la "casta". Este binarismo, que divide al mundo entre "nosotros" y "ellos", se refuerza constantemente en los discursos de Milei, en los medios de comunicación y en las redes sociales, consolidando la cohesión del grupo y su identidad.
El antagonismo como estrategia política
La politóloga Chantal Mouffe (2014) sostiene que la democracia requiere de conflictos entre proyectos opuestos, ya que sin antagonismo político no hay posibilidad de debate ni transformación social. Sin embargo, advierte que el problema surge cuando el antagonismo se convierte en una lógica de exclusión, en la que los adversarios no solo tienen posiciones diferentes, sino que son considerados ilegítimos.
En este punto, el mileísmo se mueve en una zona ambigua. Por un lado, su discurso de confrontación con la casta puede verse como una expresión legítima del antagonismo democrático. Sin embargo, cuando este discurso anula la posibilidad de un diálogo con los adversarios y los deslegitima completamente, se transforma en una estrategia excluyente y autoritaria.
Algunas características que se pueden observan del antagonismo político en el mileísmo son las siguientes:
Algunas características del antagonismo político en el mileísmo son las siguientes:
El rechazo al pluralismo: En el discurso de Milei, no hay espacio para la negociación con otros sectores políticos. Su retórica plantea que cualquier acuerdo con la casta es una traición, lo que reduce la posibilidad de construir consensos democráticos.
El uso de descalificaciones personales: En lugar de debatir ideas, Milei y sus seguidores suelen atacar a los oponentes con insultos como "zurdos", "parásitos", "progres de café" o "socialistas". Esto empobrece el debate y refuerza la lógica de amigo-enemigo.
La construcción de un relato mesiánico: La idea de Milei como el único líder capaz de liberar al país de la casta refuerza la percepción de que cualquier crítica interna o externa es una amenaza para el movimiento.
Más allá del concepto general de "casta", el kirchnerismo y la izquierda han sido los principales enemigos explícitos en la narrativa mileísta. Desde el comienzo de su carrera política, Milei ha utilizado términos como "zurdos", "colectivistas", "estatistas" y "progres" para agrupar a todos los sectores que, según él, promueven una visión del Estado contraria a la libertad individual.
Este tipo de categorización cumple dos funciones principales, reforzar la unidad interna del mileísmo, ya que permite a los seguidores identificar claramente contra quién deben luchar. Y simplificar el conflicto político, evitando entrar en debates complejos y reduciendo la diversidad de la oposición a una única categoría negativa.
El uso de términos despectivos como "zurdos" o "colectivistas" responde a una estrategia que busca marcar diferencias de manera tajante. Al calificar de "zurdos" a todos sus oponentes, Milei homogeneiza a sus adversarios, desdibujando las diferencias entre progresismo, socialdemocracia, peronismo o socialismo. De este modo, cualquier idea que no encaje dentro del liberalismo se presenta como una amenaza para la libertad.
Este fenómeno también se ha visto en otros líderes populistas de derecha, como Jair Bolsonaro en Brasil ("comunistas") o Donald Trump en EE.UU. ("radical left"), quienes utilizan términos despectivos para descalificar a sus opositores y movilizar a sus bases. En este sentido, el mileísmo se inscribe en una ola global de liderazgos populistas de derecha que han construido un "enemigo común" como parte de su estrategia política. Al igual que Bolsonaro y Trump, Milei utiliza la construcción de un "otro" deslegitimado, identificado con la izquierda o el progresismo, para reforzar la unidad interna de su movimiento y movilizar a sus seguidores.
En este contexto, el antagonismo político no se limita a ser una herramienta para la confrontación democrática, sino que se convierte en un mecanismo de estrategia política autoritaria que rechaza el pluralismo y la negociación en favor de un modelo de confrontación total, donde los opositores son vistos como enemigos ilegítimos que deben ser derrotados, más que como actores con los cuales dialogar.
Además, esta simplificación del conflicto se ha visto reforzada por el uso de las redes sociales, donde las interacciones se dan en entornos polarizados que fomentan la radicalización del discurso. En este sentido, Forti, Steven en su obra “Posverdad, fake news y extrema derecha contra la democracia” (2022), sostiene que las redes potencian las identidades políticas extremas, creando espacios donde los seguidores solo reciben información que refuerza su visión del mundo.
Redes sociales, posverdad y la radicalización del mileísmo
Las redes sociales han sido una herramienta clave para el crecimiento del mileísmo. En línea con Maisonneuve, quien afirma que los grupos necesitan espacios de interacción y refuerzo interno para mantenerse activos. Especialmente las plataformas X (Twitter), y TikTok han sido utilizadas como plataformas de construcción y reproducción del discurso mileísta, donde se generan comunidades virtuales que amplifican su mensaje y refuerzan la pertenencia grupal.
Más que simples herramientas de comunicación, estas plataformas han funcionado como espacios de construcción de comunidad, difusión de discursos polarizantes y validación de ideas a través de la repetición y la interacción constante entre los seguidores. Este fenómeno ha sido analizado por Steven Forti (2022), quien señala que la extrema derecha ha sabido aprovechar las redes para construir cámaras de eco, amplificar la posverdad y generar dinámicas de exclusión basadas en el discurso de odio.
A través de estos espacios, los seguidores de Milei han creado comunidades virtuales donde se refuerzan constantemente los valores y símbolos del movimiento.
Algunos mecanismos de consolidación identitaria en redes sociales son:
-Difusión de contenido viral: Fragmentos de discursos de Milei, entrevistas y debates donde confronta con periodistas o políticos tradicionales son constantemente compartidos y viralizados, reforzando su imagen de líder fuerte y combativo.
-Uso de hashtags y símbolos comunes: Expresiones como "¡Viva la libertad, carajo!" (#VLLC), imágenes de leones y motosierras y referencias a economistas libertarios unifican el lenguaje y la estética del grupo.
-Creación de una narrativa de resistencia: Los seguidores se ven a sí mismos como un grupo que lucha contra la opresión de la "casta política" y los medios tradicionales.
Este uso de redes coincide con lo que Steven Forti (2022) describe como la "guetización digital", donde los usuarios consumen solo información alineada con su visión del mundo, reforzando su identidad y radicalizando sus posturas.
Barreiro destaca que "el ser humano necesita satisfacer su necesidad de interacción humana. Poder aceptar esto tiene una enorme importancia ideológica". (Barreiro 2000) En el caso del mileísmo, las redes sociales no solo funcionan como herramientas de comunicación, sino como espacios donde los seguidores encuentran interacción y validación mutua, reforzando su identidad dentro del movimiento. Esto explica el alto grado de compromiso de su comunidad virtual, donde cualquier crítica externa es vista como un ataque a su pertenencia grupal.
Posverdad y desinformación en la política
La posverdad, definida como un entorno donde las emociones y creencias personales predominan sobre los hechos objetivos, ha sido un elemento central en la estrategia de comunicación del mileísmo. Forti (2022) explica que los movimientos de extrema derecha han utilizado la desinformación para deslegitimar a sus adversarios y fortalecer el sentido de identidad de sus seguidores.
Mediante la creación de narrativas emocionales, donde se construyen relatos simplificados donde Milei representa la "verdad" y la "libertad", mientras que sus opositores encarnan la corrupción y la decadencia. La difusión de fake news contra la oposición, y ataques a los medios tradicionales, donde se descalifica cualquier información crítica, llamando a los medios "operadores" o "prensa corrupta", lo que genera desconfianza en el periodismo y refuerza la cohesión del grupo.
Según Forti, estas técnicas explotan los sesgos cognitivos (las personas extraen conclusiones generales basándose en poca evidencia), y refuerzan prejuicios existentes, intensificando emociones como el miedo y la ira. En este contexto, las fake news se han convertido en herramientas políticas cruciales.
Por otro lado, uno de los efectos más notorios del uso de redes en el mileísmo es la normalización del discurso de odio como una herramienta de exclusión.
Cómo se construye la exclusión en redes sociales:
Mediante ataques masivos a opositores: Políticos, periodistas y académicos críticos de Milei suelen ser blanco de campañas de hostigamiento en redes, recibiendo insultos y amenazas.
Usando etiquetas despectivas: Se popularizan términos como "zurdos", "progres", "parásitos" o "planeros" para descalificar a sectores opositores y reforzar la idea de que son un obstáculo para el país.
Mediante la estigmatización de colectivos específicos: Además de los políticos tradicionales, los principales blancos del discurso de odio en redes mileístas han sido feministas, sindicalistas y activistas de derechos humanos, vistos como parte de la "agenda globalista".
Conclusión:
La consolidación del mileísmo como identidad grupal en el escenario político argentino ha sido un fenómeno de gran impacto, marcado por procesos de cohesión interna, oposición a un adversario común y la utilización de símbolos que refuerzan el sentido de pertenencia. A través del análisis realizado, se ha demostrado cómo este movimiento ha logrado estructurarse en torno a un discurso disruptivo que desafía las estructuras políticas tradicionales, promoviendo una narrativa basada en la dicotomía entre “ciudadanos de bien” y la “casta política”.
Desde la perspectiva de Jean Maisonneuve, la dinámica grupal del mileísmo se explica por tres factores fundamentales: la cohesión interna, la oposición a un otro y el refuerzo identitario. Estos elementos se han manifestado a través del liderazgo carismático de Javier Milei, quien ha sabido construir una identidad fuerte en torno a su figura, generando una comunidad de seguidores que encuentran en él una referencia inquebrantable. Su retórica de confrontación, el uso de consignas como “¡Viva la libertad, carajo!” y la incorporación de símbolos distintivos, han contribuido a la solidez de este grupo, diferenciándolo de otros movimientos políticos en Argentina.
Asimismo, el uso estratégico de las redes sociales ha sido determinante en la expansión y consolidación del mileísmo. Plataformas como X y TikTok han funcionado como espacios de articulación donde los seguidores refuerzan su sentido de identidad y validan sus creencias a través de la interacción con otros miembros del grupo. En este entorno digital, la polarización se ha visto intensificada por dinámicas de exclusión, el uso del discurso de odio y la difusión de narrativas simplificadas que construyen una visión del mundo en términos de amigo-enemigo. Como han señalado Steven Forti y Chantal Mouffe, este tipo de estrategias discursivas pueden potenciar la radicalización y obstaculizar el debate democrático al deslegitimar cualquier posición opuesta.
Por otro lado, el análisis ha permitido identificar cómo el mileísmo ha contribuido a la profundización de la polarización social en Argentina. La construcción de un enemigo común, representado en la idea de la “casta política”, no solo ha fortalecido la cohesión interna del grupo, sino que también ha intensificado el antagonismo con otros sectores, especialmente aquellos vinculados al kirchnerismo y al progresismo. Este fenómeno no es exclusivo del caso argentino, sino que se inscribe dentro de una tendencia global en la que diversos movimientos populistas han adoptado estrategias similares para movilizar a sus bases y consolidar su presencia en la esfera pública.
En este contexto, resulta crucial reflexionar sobre las implicancias que este tipo de dinámicas tiene para la democracia y el debate político. Si bien la confrontación y el antagonismo son parte inherente de cualquier sistema democrático, el riesgo surge cuando estos elementos derivan en la deslegitimación absoluta del adversario, impidiendo la posibilidad de diálogo y construcción de consensos. La radicalización del discurso, el uso de etiquetas despectivas para descalificar opositores y la propagación de información sesgada o directamente falsa, contribuyen a la erosión de los valores democráticos y a la fragmentación de la sociedad.
Bibliografía:
-Barreiro, T. (2000) Trabajos en grupo. Editorial Novedades Educativas,
-Erikson, E. (1977). Identidad, juventud y crisis. Paidós.
-Forti, S. (2022) Posverdad, fake news y extrema derecha contra la democracia, Nueva Sociedad 298.
-Maisonneuve, J. (1985). La dinámica de los grupos. Ediciones Nueva visión.
-Mouffe, C. (2014). Agonística. Pensar el mundo políticamente. FCE, Buenos Aires.
-Weber, M. (1922). Economía y sociedad: Esbozo de sociología comprensiva. Fondo de Cultura Económica.